EL NAHUAL






 Realmente, el mundo esta poblado de brujas; unas más benignas, otras más  implacables; pero el reino no solo de la fantasía, sino el de la realidad evidente  pertenece a las brujas. 

Reinaldo Arenas 

 Esa noche —especialmente esa noche, llovía torrencialmente — Clara manejaba con cuidado aunque  sabía que en esa carretera, camino a la casa de su abue la, no viajaba nadie pasado las nueve de la noche. Giró  su cabeza y vio a su hija de meses durmiendo profundamente en el asiento de atrás. “Señor perdóname por  sentir tanta envidia de esta bebe” —dijo en voz alta.  Apenas pronunció esas palabras, divisó a los lejos la  figura de sus abuelos, bajo la lluvía, que abrían la tranquera. 

—Entren rápido que la noche esta fea, mija — dijo la abuela Amada. 

Al entrar se sacudieron el agua para no mojar la madera. Cenaron en la cocina. Luego se retiraron al living:  Clara amamantaba a la bebé, Amada se arropaba con  una frazada, Samuel, en la esquina al lado de la leña,  

fumaba un puro, mientras maita le gritaba que vicio tan  cochino. “Lo fumo cuando tengo la mente inquieta” — balbució, Samuel. 

—Maita quiero dormir, estoy muy cansada y mañana me quiero levantar temprano para ir con mi abuelo al conuco. Me quiero bañar en el río. ¡Gracias por la  cena! —dijo Clara.

  

  

  

 Apagá la vela de un soplo, mientras escuchaba las gotitas  frenéticas que chocaban como piedras contra las laminas de zinc. Sin embargo, esto no alteró a la bebé. Ambas  entraron en un sueño profundo abatidas por el cansancio  del viaje. Un golpe seco en el techo despertó a Clara. El  susto fue tan grande que su corazón latía desesperada mente, temía desmayarse. Sentía que algo caminaba por  el techo, se escuchaba como si mil gallinas revolotearan  en su cabeza. Sin pensarlo, corrió a la habitación contigua  a buscar a su abuela. 


—Maita, una bruja, una bruja cayó encima del te cho de mi cuarto. Vamos que deje sola a la bebe. —Samuel párate que volvió la maldita esa —dijo Amada. Corrieron por el pasillo alumbrados por los relámpagos  de la lluvia y una lamparita de querosén que tenia Samuel  en la mano. Clara intento abrir la puerta, pero estaba cerrada por dentro. La bebé comenzó a llorar, se escuchaba  como caminaba y aleteaba por la habitación una especie  de animal. Maita gritó: “¡VETE QUE EN ESTA CASA  NO ERES BIENVENIDO ANIMAL DEL DEMONIO!”. 

  

 Se separó del resto y comenzó a rezar plegarias a Dios  y a sus santos. La puerta de la habitación se abrió por  completo, las ventanas se abrieron de par en par, las  cortinas, empujadas por el viento, tocaban el techo de la  casona. Adentro, la bebé lloraba debajo de la cuna, estaba  empapada. Mientras Clara lloraba y tomaba en brazos  a la bebé, Samuel buscaba a ver si el animal seguía en  la habitación. Esa noche todos durmieron juntos con un  vaso de agua y sal debajo de la cama.

 FIN


     Escrito por: Mariany Conde (@missamazonica)

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